D. Pedro Alvarez Clavijo, Arqueólogo encargado del seguimiento de las obras de restauración de la Muralla Inferior (tramo sur) y actuaciones en la Torre Mayor del Recinto Fortificado, ha elaborado este informe preliminar de la actuación ejecutada.
Entre junio de 2016 y febrero de 2017, se han ejecutado los trabajos previstos en el proyecto de la 5ª fase de las obras de restauración del recinto fortificado, financiadas por el Ministerio de Fomento, con cargo al 1,5 % cultural, por el Gobierno de La Rioja y por el Ayuntamiento de San Vicente de la Sonsierra. Las actuaciones han afectado a la torre mayor, al pozo existente dentro del aljibe del recinto superior y, en mayor medida, a la porción meridional del tramo oriental de la muralla inferior.
1. Trabajos Realizados en la Torre Mayor
Desde la restauración de sus muros y la colocación de la puerta de ingreso metálica en la base del flanco nororiental, acometidas entre 2008 y 2009, la torre ha permanecido vacía. Ahora, se ha procedido a la instalación de una escalera metálica helicoidal que permite reconocer los detalles de los muros y vanos y acceder hasta su coronación para disfrutar de una magnífica vista panorámica.
Para cimentar la estructura de la escalera fue preciso abrir una zanja en el relleno de tierra aportado en 2009, de 4 m2 de superficie y 1,3 m de profundidad, y dentro ella se dispuso la correspondiente zapata de hormigón. Esta excavación no afectó a los estratos arqueológicos originales, que ya habían sido extraídos en 2009.
2. Trabajos realizados en el Pozo del Aljibe

En el año 2012, durante la limpieza del aljibe subterráneo existente al pie de la torre mayor, se descubrió la boca de un pozo que cortaba las losas del piso del depósito. Entonces, se procedió a la excavación parcial de su relleno hasta una cota de, aproximadamente, 6,50 m de profundidad (foto 4). De este modo, se comprobó que el pozo tenía planta octogonal y que, hasta los 6 m, sus paredes estaban revestidas con paños de ladrillo. Por debajo de esa cota, afloraban sedimentos geológicos de diferentes texturas y consistencias que, por seguridad, aconsejaron interrumpir la excavación.
Para despejar las incógnitas sobre la profundidad que podría tener el pozo, se ha realizado un sondeo geotécnico que ha desvelado que el fondo se encuentra a 19,20 m por debajo del enlosado del aljibe. Esto significa que quedarían por excavar unos dos tercios de su relleno, en el que se ha detectado la presencia de materiales constructivos amortizados, como fragmentos de ladrillo y restos de madera. Además, en el fondo se acumulaba agua hasta una altura de 1,30 m. Habría que determinar si procede de la escorrentía superficial o del afloramiento de un nivel freático desconocido hasta ahora.
3. Actuaciones en el tramo meridional de la muralla inferior oriental
En campañas anteriores se había intervenido en otros tramos de la muralla inferior del recinto:
- En 2008 se excavó el intradós del tramo meridional, descubriéndose hasta ocho espacios anejos a la muralla y una calleja paralela a la misma.
- Entre 2009 y 2010 se intervino en la porción septentrional del tramo oriental, a partir de la antigua puerta de Salas y al pie del depósito de abastecimiento de aguas, saliendo a la luz otros siete espacios intramuros.
- Finalmente, entre 2013 y 2014, se actuó en la puerta del arco de Primicia y en su entorno inmediato.
En esta última campaña, los trabajos se han centrado en el área comprendida entre la puerta de la Primicia y el extremo meridional de la zona acondicionada entre 2009 y 2010, en la que se han acometido tres actuaciones:
- La liberación de la cara exterior de la línea de la muralla.
- La documentación del trazado de la antigua calle de la Fortaleza.
- La excavación de los espacios comprendidos entre la línea de la muralla y dicha calle.
3.1. El espacio exterior de la muralla
Esta zona del perímetro amurallado fue la que, casi con toda seguridad, sufrió el hundimiento registrado el 31 de diciembre de 1897. A la postre, esta circunstancia desencadenaría el abandono de todas las viviendas que aún permanecían habitadas dentro del recinto.

Antes del comienzo de los trabajos, apenas se reconocían los restos de la línea de la muralla y al pie de ellos se acumulaba gran cantidad de tierra y escombros que ocultaban también el zócalo de roca sobre el que se construyó la cerca. La excavación de estos rellenos, resultado de los arrastres y vertidos acumulados a lo largo del siglo XX, se realizó con medios mecánicos. En el proceso, salieron a la luz sendos muros perpendiculares que correspondían a una de las casas que, en su día, proliferaron al pie de la muralla y enmascararon su fábrica.
Para delimitar la cara de la propia muralla, fue preciso ir retirando con sumo cuidado los restos de las construcciones adosadas. Al final, se pudo constatar que el lienzo original había sido objeto de numerosas reformas que dieron como resultado que, en algunos tramos predominasen las hiladas de mampostería o que, en otros, se hubieran empleado sillares de factura más regular. En consecuencia, aunque la construcción original pudiera remontarse hasta los siglos XII y XIII, hay evidencias suficientes de que las reformas de la muralla se sucedieron hasta los siglos XVII y XVIII.
3.2. El trazado de la calle de la Fortaleza.
Con este nombre se conoce durante los siglos XVIII y XIX la calle que comunicaba la puerta de Salas con la de la Primicia, y que servía como arteria principal de esta porción del barrio habitado dentro de la muralla.
En el año 2013, al intervenir en el entorno de la puerta de la Primicia, se descubrieron los restos de un pavimento empedrado que parecía seguir una línea ascendente, cortando la ladera y dirigiéndose hacia la zona del depósito de agua potable. Un sondeo realizado entonces confirmó que este suelo se había compuesto sobre un sedimento en el que se acumulaban materiales arqueológicos fechados durante la segunda mitad del siglo XVII. De ello se dedujo que el empedrado estaría en uso durante los siglos XVIII y XIX.
Con el fin de comprobar el estado de conservación del pavimento, de cara a su exhumación definitiva, se ha procedido en el curso de esta campaña a la excavación de las tierras acumuladas sobre un tramo de la antigua calle. Los trabajos han permitido certificar que, en términos generales, la calzada se ha conservado en buenas condiciones y que está concebida de forma escalonada, con encintados transversales que ayudan a mitigar la pendiente del trazado.
La liberación completa del pavimento se ha pospuesto a la espera de que se resuelva el problema que plantea la potencia de los sedimentos acumulados en su tramo superior, en el encuentro con la calle que lleva a la iglesia parroquial, y de que se acondicione la ladera que domina el flanco occidental de la calle. Entretanto, para garantizar su conservación, se ha vuelto a cubrir el tramo exhumado, vertiendo tierras extraídas de la propia excavación sobre una lámina de geotextil colocada previamente.
3.3. Excavación del espacio intramuros
Los trabajos han afectado a un área de unos 520 m2, que se extiende entre la línea de la muralla, por el este, y el trazado de la calle de la Fortaleza, por el oeste. Como había sucedido en las fases anteriores, se esperaba que, adosados a la cara interna de la muralla, fueran apareciendo los restos de las casas que habían ocupado esta parte del recinto hasta fines del siglo XIX.
Antes del inicio de la excavación, tan sólo se diferenciaba una parcela cuadrangular, delimitada por muros de mampostería, localizada inmediatamente al norte del merendero situado junto a la puerta de la Primicia.
Al parecer, este espacio había sido desescombrado en el pasado. Desde aquí y hasta la zona restaurada en 2010 sólo encontrábamos una ladera cubierta por hierba y matorral, en cuya superficie apenas se distinguían trazas de la existencia de restos constructivos ocultos.
La primera fase de la excavación se realizó con medios mecánicos, ya que era preciso evacuar las ingentes cantidades de tierra y escombro acumuladas a lo largo del último siglo. De este modo, se localizaron los restos de los muros que delimitaban las casas hundidas y se diferenciaron un total de siete espacios susceptibles de ser estudiados independientemente.
La utilización de la maquinaria cesó en el momento en el que se localizaban los suelos que, en cada espacio, sellaban las secuencias arqueológicas más antiguas. En términos generales, estos suelos pertenecían a la última fase de ocupación de las casas, que se desarrolló durante los siglos XVIII y XIX. A partir de ellos, se iniciaría la excavación manual que afectaría a los estratos acumulados sucesivamente sobre la base de roca.
A falta de cumplimentar los trabajos de laboratorio, que incluyen el análisis pormenorizado de los datos estratigráficos y el estudio de los materiales recuperados, se puede adelantar que las excavaciones han proporcionado información sobre varias fases de ocupación:
3.3.1. La más reciente, que corresponde a la última ocupación de las casas abandonadas a fines del siglo XIX, y se iniciaría en el siglo XVIII.
3.3.2. La correspondiente a los siglos XVI y XVII.
3.3.3. La correspondiente a un asentamiento medieval que, inicialmente, se dataría entre los siglos XII y XIII.
3.3.4. Los indicios de ocupaciones anteriores al inicio del poblamiento medieval.
3.3.1. La ocupación de los siglos XVIII y XIX
El elemento mejor conservado entre los muros arruinados de las casas de este período es un calado descubierto dentro del denominado espacio 25. Se trata de una bodega excavada en la roca que consta de un tramo descendente, con su correspondiente escalera, que desemboca en la entrada en una nave abovedada, de 6,5m de longitud, 2,90/3m de anchura y 2,65m de altura, provista de un estrecho conducto de ventilación. En su interior, aún quedaban los bloques de piedra que antaño habrían servido como soporte para las barricas.
3.3.2. La ocupación de los siglos XVI y XVII
Fuera de la bodega, en todos los espacios se han documentado evidencias de su ocupación a lo largo de los siglos XVI y XVII. Sería entonces cuando, para ampliar la superficie horizontal disponible, se ganó terreno a la ladera tallando la roca allí donde afloraba. De este modo, se generaron parcelas de planta rectangular para edificios cuyas plantas bajas o semisótanos estaban dedicados, en buena medida, a las actividades vinícolas. De hecho, se han delimitado varias piletas talladas en la roca que debieron servir como plataformas para el prensado de la uva; así como otras cubetas con sedimentos que, en algunos casos, contenían trazas de pepitas. Estas estructuras, así como los pisos holladeros correspondientes, aparecieron cubiertas por estratos de escombro que contenían abundantes restos de cerámica y algunas monedas de cobre de la segunda mitad del siglo XVII. Este dato nos indica que, a fines de dicha centuria o a comienzos de la siguiente, debió acometerse una importante reforma de los edificios, que supuso la clausura de las instalaciones preexistentes.
3.3.3. La ocupación medieval
Las casas construidas durante la Edad Moderna se asentaron, en parte, sobre la roca entallada y, en parte, sobre los estratos acumulados en etapas anteriores en la franja de terreno que discurría junto al trazado de la muralla. Estos sedimentos rellenaban unos espacios delimitados por muros perpendiculares a la cerca, que no siempre coincidían con las alineaciones de los que definían las parcelaciones posteriores. Estas paredes constaban de un zócalo inferior, en parte, tallado en la roca y, en parte, compuesto con mampostería, sobre el que se levantaban tapias de tierra arcillosa prensada.
Estas estancias medievales, mucho más pequeñas que las de etapas posteriores, corresponderían, en unos casos, a viviendas, como se deduce de la presencia de placas de hogares en los espacios 19 y 23, y, en otros, a dependencias para actividades económicas, entre las que, de nuevo, se documenta el procesado de la uva. Así, en el espacio 21 se localizó un pequeño lagar tallado en la roca, con su correspondiente torco. Es semejante a los lagares rupestres que proliferan en campo abierto por toda la Sonsierra, pero con el valor añadido de que aquí ha aparecido sellado por sedimentos que se remontan a los siglos XII y XIII.
Estos depósitos acumulados en las estancias parecen corresponder a amortizaciones intencionadas y relativamente rápidas de las mismas, y han aportado restos óseos de fauna doméstica y gran cantidad de materiales, fundamentalmente cerámicos, que, junto a algunas piezas metálicas significativas, pueden ayudarnos a conocer mejor el modo de vida de las gentes que ocuparon el enclave en este período.
3.3.4. Evidencias de ocupaciones anteriores a la etapa medieval
Desde hace tiempo, sabemos que el cerro de San Vicente ya había sido habitado antes de que se iniciase la construcción del recinto defensivo medieval. En concreto, desde la década de 1980 se menciona la existencia de la cisterna romana ubicada cerca de la cima del promontorio, que fue estudiada en 2012. A ello se unen otros indicios registrados durante las excavaciones realizadas a partir de 2008 que nos permiten retrotraer las ocupaciones más antiguas hasta la Primera Edad del Hierro.
Los últimos trabajos han proporcionado bastantes materiales cerámicos de la Edad del Hierro y de época romana; pero, en su mayoría, desplazados de sus contextos primarios, bien como consecuencia de la erosión de las laderas, bien como resultado de las remociones intencionadas de tierras acometidas a partir de la Edad Media. Habrá que seguir esperando a que futuros trabajos consigan localizar algún punto que no se haya visto afectado por estas alteraciones.